«Alma Escondida»: Una búsqueda espiritual entre la música y lo visual

Por Alan Villanueva

Sofía Carrasco es una talentosísima saxofonista y artista visual arequipeña que escuché y pude conocer en el año 2022 cuando el sexteto de jazz afroperuano liderado por Gabriel Alegría llegaba a Lima desde Nueva York para presentar ‘Konectados, Gira Tour Perú 2022’. En ese entonces, Sofía llegaba como novedad dentro de este proyecto junto a la gran pianista habanera Ariacne Trujillo. Tres años después, luego de su experiencia en el jazz afroperuano, Carrasco nos presenta Alma Escondida, su primer álbum como solista, donde nos invita a regocijarnos en el sonido cálido de su saxofón tenor y a explorar espacios novedosos mediante la fusión del jazz con la tunantada, la danza y la festividad; que propone un lenguaje muy amigable, donde la improvisación del jazz no se ve muy forzada, sino muy fluida, como si ambos mundos hubieran estado esperando a sentarse juntos desde siempre.

En un mundo saturado de ruido y cada vez más empujado por la velocidad, pienso que Alma escondida es algo más que un álbum: es una experiencia sensorial que nos induce a la calma, a la introspección y a comprender esa conexión que existe entre el ser humano, el arte y lo divino. Considero que narrar lo invisible suele ser siempre un reto difícil para todos los músicos o artistas en general y, Sofía Carrasco, en este nuevo episodio de su carrera, nos muestra con total destreza y espiritualidad su música, parte de su vida y su búsqueda interior, invitándonos a descubrir nuestra propia alma escondida.

Ya introduciéndonos en un viaje de 43 minutos, Alma escondida sobresale desde el comienzo con Danza I, donde Carrasco instala todos los juegos que acompañan este álbum: la batería de Daniel Prim y el contrabajo de Raúl Reyes van creando una atmósfera etérea y muy íntima, haciéndonos mover los pies para recibir al saxofón que, juntamente a la magia de Víctor Sotomayor con su piano, serán el vehículo encargado de transportarnos a un paisaje sonoro que evoca la serenidad del alma en movimiento. Este tema transita por momentos de tensión y liberación, reflejando así el proceso de la búsqueda del interior. Además, Danza I guarda cierta complementariedad con Danza II, que viene a ser el cuarto tema del álbum, donde este último ofrece una evolución de la atmósfera percibida en Danza I, con más momentos de intensidad, de nuevas texturas sonoras y desarrollando una continuación rítmica y espiritual que profundiza el trance iniciado. Aquí, el piano y la percusión tejen una atmósfera hipnótica que recuerda la circularidad de las danzas andinas.

Considero que Carrasco, a través de su música y su arte visual, nos quiere dar el mensaje de que el alma no es estática ni fija, sino que se transforma, se expresa y se revela a través del cuerpo, primordialmente mediante el movimiento consciente como suele ser la danza o el arte; pues, las diversas culturas del mundo coinciden con la idea de que moverse es una forma de conectar con lo más auténtico del ser, como si cada gesto o desplazamiento del cuerpo pudiera hacer visible lo invisible, decir lo que no pueden las palabras. Así, el movimiento se convierte en un lenguaje del alma, una forma de búsqueda interior, de sanación o de comunión con algo más grande, como la naturaleza o lo sagrado.

¿Dónde está mi alma escondida? Es la segunda pieza y es la que se erige como la más significativa de este álbum, porque más allá de fusionar la tunantada con el jazz, parece estar tejiendo un puente entre lo ancestral y lo íntimo, así como lo colectivo y lo personal. Parece ser que esta forma musical que elige da cierta respuesta a el alma escondida que Carrasco hace hincapié, porque el alma también habita en la memoria cultural, en las raíces que nos sostienen, aunque a veces no seamos tan conscientes de ellas. En cierta forma, la tunantada representa esa alma colectiva que dialoga con la búsqueda individual.

Luego de habernos transportado al Valle del Mantaro y su cautivadora tunantada, creo que no hay mejor forma de acabar un álbum que recordando al eterno Julio Rosales Huatuco, saxofonista y compositor jaujino, con su tema “Vida pasajera”; que al estilo de Carrasco, se va estrenando con el piano y desde el primer soplido del saxofón ya nos detiene en el presente para llevarnos a un estado de melancolía y nostalgia, recordándonos que la juventud es una etapa transitoria de inexperiencias y que es susceptible a la fugacidad. Parece ser que Carrasco en esta parte final da cierta respuesta al título del álbum, porque dentro de este camino de búsqueda y encontrar nuevas formas musicales, elige a la tunantada como un propósito más en medio de la fugacidad del tiempo.

Sofía Carrasco nos presenta quizá uno de los mejores discos de jazz fusión que se hayan lanzado en los últimos años, no solo por la novedad de otorgarle un papel protagónico a la tunantada, sino porque llevar la música peruana a nuevos formatos requiere conocimiento, esfuerzo, dominio y, sobre todo, un profundo respeto por los sonidos que se adoptan para que el resultado sea verdaderamente merecido. Pienso que más que ser un disco, es una revelación de un alma que, aunque escondida, canta con fuerza y verdad.