Grita Lobos!: «Sigo metiéndome en mi nave espacial, prendiendo el motor y despegando»
Grita Lobos es un productor peruano de la escena de la electrónica experimental. En diez años de trayectoria ha publicado tres álbumes. Aínbo, su más reciente entrega discográfica, fue realizada enteramente de la mano de reconocidas artistas mujeres y productoras peruanas. También se incluyen las voces de Olinda Silvano y Silvia Ricopa, artistas shipibo-konibo que cantaron en su lengua materna. Aínbo está inspirada en mujeres destacadas que estuvieron en las sombras o fueron menospreciadas por el patriarcado a lo largo de la historia.
Conozcamos más sobre su autor y esta reciente producción en la siguiente entrevista.
Aínbo se siente como un ritual ancestral. ¿Fue este concepto el que quisiste trabajar?
Es algo que varias personas lo están diciendo. No me propuse directamente el que una persona se sienta en una especie de ritual o ceremonia, como algo místico y mágico, pero sí quise que sea algo que te saque de la realidad y por eso tal vez lleve a esa sensación.
Crees que se deba a los recursos que se utilizaron en esta producción; es decir, los ritmos y cantos integrados en cada canción.
En realidad, no pienso mucho cuando hago eso. Podría decir que más que pensar, siento; o sea, estoy sintiendo hacia dónde me lleva lo que estoy haciendo. Ya la «pensada» puede venir en cosas más técnicas. No es tan planeado y eso confirma lo que mencionaste inicialmente, al ser más una cuestión de percepciones es como un viaje sensorial.
Si de un ritual se tratase, creo que quizá lo que uno se imagina es algo relacionada a la danza; sin embargo, uno se va por el lado de imaginar y sentir.
Dependiendo de cómo lo escuches, ya sea la plataforma o el medio, vas a notar cómo el sonido se expande, que se sienta que viajas con el sonido.
Si lo escuchas con audífonos, por ejemplo, vas a escuchar algunas cosas que no estas escuchando por el parlante de la computadora o laptop. Hay una plataforma, TIDAL, que es buenísima para que puedas escuchar sonidos que están a los extremos de las frecuencias y que no podrás escuchar en una plataforma convencional como Spotify.
También existe una parte conceptual en el álbum, de lo abiertamente político y feminista en los que cada uno rinde homenaje a mujeres distintas provenientes de todas partes del mundo.
Como mencionas, Aínbo es un homenaje. Cuando comencé explorando los sonidos para esta producción, me topé con la noticia de Utako Okamoto, una doctora médica japonesa que descubrió la manera de detener la hemorragia de la mujer durante el parto; sin embargo, al encontrarse en el contexto machista de su país durante esos años, no la dejaron hacer las pruebas de campo necesarias. Recién luego de su muerte se realizaron y hoy es un medicamento esencial. Conocer su historia me impactó mucho y con ese sentimiento fue que empecé a crear.
Partiendo de historias como la que me acabas de contar, trabajaste esta entrega íntegramente con mujeres involucradas en la industria musical, ¿qué destacarías del trabajar con ellas?
Fue sorprendente lo fácil que fue interactuar y contactar con ellas. Cuando le hice la propuesta, tanto a cantantes como a productoras, todas aceptaron inmediatamente y con gusto. Sentí algo inexplicable… no es algo que podría explicar; simplemente fue satisfactorio.
Es también indispensable el trabajo que realizaron porque cada una imprimió su sello en las canciones. Por ejemplo, una de las dos últimas canciones las trabajé con Silvana Tello, artista experimental, cuyos cantos son guturales; inmediatamente después viene la colaboración con Budapest, que hace música suave como si te acariciase los tímpanos.
Siento que se refleja la personalidad de cada una de ellas en las canciones y parte del propósito fue el que sean protagonistas.
También vemos en el compilado de canciones la integración de lenguas como el shipibo-konibo y quechua. ¿Cómo llegas a contactar con Olinda Silvano y Silvia Ricopa?
Un día leyendo el periódico, vi una nota sobre un disco llamado “Los cantos del Kené”. El kené son estos espectaculares dibujos shipibo-konibo típicos que son realizados, en su mayoría, por mujeres, sobre todo si son trabajos en telares, y acompañan su trabajo cantando. Gizeh Castañeda, antropólogo e investigador cusqueño, sabía de un grupo shipibo-konibo que hace 20 años llegó a Lima para la marcha de los cuatro suyos y que, finalmente, se quedaron en la zona de Cantagallo. Cuando él las conoce, es que escuchó estos cantos y los grabó, con ello se produjo un CD con interpretaciones de variadas artistas shipibas. Es así que interesado por el artículo me contacto con Gizeh para mencionarle lo fascinante que me resultaba la producción y comentarle, también, sobre mi proyecto Grita Lobos y de cómo me gustaría incluir a Silvia Ricopa y Olinda Silvano para ser parte de Aínbo.
Partiendo de lo que previamente conversamos, y desde tu posición como músico, agente dentro de esta industria ¿cómo ves la situación de la mujer en la industria de la música en el país?
Es difícil generalizar. Considero que en ciertos sectores en los que las mujeres son protagonistas, suele centrarse la atención el tema estético independientemente del talento que tengan. Cada persona es libre de hacer con su cuerpo lo que quiere, pero creo que en la mujer es como si tuviese que cruzar una línea y tener cierto patrón estético.
En el mundo del rock y la electrónica, considero que la mujer es más libre que el hombre, porque este no revela su lado más sensible; entonces, dentro de esa libertad hay mujeres haciendo mucha música genial.
Pese a cierto brote de conservadurismo en el Perú, sobre todo a nivel político, creo que es inevitable, entre otros temas, el empoderamiento y valoración de la mujer.
Considero que como artista y músico evolucionas constantemente porque te vas nutriendo de referencias en el camino. En ‘Grita lobos! (2012)’, tu primer disco, en el que notamos un interés, y quizá un modo de crítica, por la naturaleza del ser humano, sus conductas e influencias del contexto. ¿Cómo tu reciente entrega se relaciona con esta etapa inicial tuya?
La parte de creación ha sido un proceso parecido. Yo me divierto porque esto, para mí, es una pasión; sigue siendo un viaje. Obviamente en diez años la sensación de creación no es la misma, pero continúo disfrutando de mi proceso creativo: sigo metiéndome en mi nave espacial, prendiendo el motor y despegando. Lo que cambia de disco a disco son los procesos de colaboración y las técnicas, porque voy aprendiendo más.
Una respuesta más acertada sería que la única diferencia en diez años es que al haber realizado una colaboración distinta con una persona distinta en cada canción (Aínbo), sí se refleja en un sonido mucho más abierto, diferentes y con mayores recursos.
Diez años ya han pasado desde que iniciaste con el proyecto. ¿Cómo has sentido el impacto de tu carrera?
Es bien raro. Diría que no ha sido un crecimiento lineal. Un pico fue entre los años 2012 y 2015, porque tocar en vivo es vital. Cuando ves a la gente bailar y disfrutar de tu música, la reacción que tienen hacia tu música es cuando realmente te das cuenta de que está funcionando lo que haces.
Si no tocas en vivo, necesariamente tienes que pasar al mundo virtual y eso tal vez implique que mucha gente no me conozca tanto como antes en Perú, pero el llevar mi trabajo a una plataforma digital hace que me conozcan y vean distintos países porque no existen fronteras.
Por otro lado, si uno publica algo es porque quiere mostrarlo. Me genera satisfacción saber que está creciendo el proyecto y que hay personas a las que les gusta. Algo clave es que, si mi intención fuese llegar a más gente, no haría esto, porque si ese fuese mi objetivo entonces estaría haciendo un género diferente, como cumbia o urban. Hago lo que me gusta a mí, soy consciente de que puede no gustarle a alguien más e incluso a nadie, pero si a una persona le agrada, eso me genera satisfacción.
Finalmente, después de todo lo conversado, ¿por qué decides actuar desde el anonimato?
Se debe a que prefiero no hablar de mí, si no de mi música. El usar un nombre como Grita Lobos! y máscaras en un inicio, el no dar mi nombre por más que muchos amigos y gente de la industria lo sepan, el distorsionar mi cara en las fotos es para centrar la conversación en la música.
Soy consciente de que esto me genera muchas limitaciones, de que quizá más gente me conozca, pero cumple con la finalidad de que hablemos de mi música.