Qoa Bock: «Practico la escucha consciente y la nutrición sonora»

Qué bueno ha resultado conversar con Joaquín Bock Falconí acerca de Qatqe, su álbum debut. A través de un teclado y una pantalla nos dio detalles acerca de su proximidad con la música y el arte sonoro, así como detalles de esta primera entrega.

Hace poco estuve en una conferencia de arqueología acerca de la importancia de la sonoridad en los lugares sagrados ancestrales como son las huacas. Una de las ideas fundamentales era que «solo lo que suena puede realmente existir». Mientras escucho Qaqte (2023) de Qoa Bock, es decir, mi buen amigo Joaquín Bock Falconí, nieto del maestro Carlos Falconí, a quien por cierto también le fascinan los entresijos de la historia del arte, pensaba en lo hermoso que es dejarse llevar por el fenómeno sonoro sin tanta explicación; es como si a voluntad quisiéramos entregarnos al infinito del cosmos.

Quiero zambullirme y aguantar la respiración treinta y seis minutos con siete segundos que es lo que tiene por duración esta reciente obra discográfica. Qaqte es, a mi criterio, uno de los mejores discos del año en la música ayacuchana y, por qué no, también del Perú. No tengo sesgos cognitivos ni sentimentales: Qaqte me demuestra sin palabras que la música no tiene por qué ser declarativa, artificiosa o rimbombante. Se trata de la música y nada más.

Este ha sido un diálogo digital con Joaquín acerca del origen de esta producción que, como él cuenta, estuvo dormida entre los transistores de su disco duro y estas han sido sus palabras. Recomiendo escuchar el primer track del disco mientras se lee esta entrevista.

1. Cuéntanos acerca de Qatqe. ¿Qué significa, qué ideas tienes en torno a la elección de este título y cómo iniciaste tu inclinación hacia la música electrónica y aleatoria?

Qatqe fue un intervalo de vivencias en las que el rumbo esperanzador solo giraba en torno a la música. Es una palabra quechua que connota cierta aspereza, algo que no anda completamente, mas sino en partes. El disco se gestó y grabó a inicios de la pandemia; el mismo título y la secuencia de canciones vislumbran un andar difuso, hasta cierto punto etéreo, que era como me sentía en aquellos momentos. La concepción de este álbum fue a modo de catarsis. La descarga cósmica que se gestó mediante mi conexión fue una bienaventuranza.

Mi acercamiento con la música electrónica fue desde muy pequeño. Si bien es cierto que en mi familia materna se escuchaban huaynos y yaravíes a diario, por la otra cara, mi padre tiene una fuerte escuela new wave, postpunk, los cuales utilizan sintetizadores y las primigenias cajas de ritmos. Y esa ha sido la música que me arrulló en muchos veranos, pero en realidad siempre bebí de muchas fuentes sonoras. Por otro lado, si bien digería todo el conocimiento sonoro, no tuve un acercamiento de composición electrónica hasta un año antes de la emergencia sanitaria en la que, un buen amigo, me compartió sintetizadores y cajas de ritmos para Android y empecé a sumergirme y a complementarlo con el lado de grabación que ya tenía armado.

2. ¿Cuáles son tus influencias estéticas y sonoras y cómo se dieron tus inicios en el arte de la música?¿Qué hábitos diarios tienes en torno a tus actividades artísticas?

Pienso que lo más simple es lo más bello y eso se plasma en todo el disco. Tuve el foco de concebirlo con pocos sonidos, que cada uno pudiera desenvolverse a sus anchas, siempre oscilando dentro de la escucha. En general, lo aplico a todo aspecto de mi vida. Crecí en un restaurante donde humeaba el arte, ya sea por los conciertos que se suscitaban o por la jarana familiar. Con la voz resonando cabezas. A los once años tuve un cruce, quizá el más importante de mi vida, con la música afroperuana. Estudiando en Cañete y estando en la meca de la percusión afroperuana, eso fue fundamental en mi decisión de formarme y seguir el camino de la música.

Los hábitos que sostienen mi día a día en lo artístico son la nutrición sonora y la escucha consciente. Hoy en día es muy difícil escuchar. Es necesario una o un par de horas dedicadas al análisis. También me gusta bucear en colecciones virtuales de museos, siguiendo muy de cerca sus exposiciones y rutas culturales. Y bueno, mi laburo se da entre consolas y aparatos de registro de audio que siempre me dan un buen espacio para someter las ideas.

3. Háblanos acerca de la carátula de tu disco. ¿Quién es el autor y cuál es el significado poético? También, ¿de qué van los títulos de tus temas? Por decir, «Futuro del ayer».

La carátula del disco es un dibujo de un excelente artista y diseñador peruano, Omar Aguilar, a quien conozco desde muy pequeño; al ser amigo de mi papá, pude admirar su arte de trazos en buenas ocasiones. Ese dibujo entre otros tantos, pudo anexar mi sentimiento y hasta ensalzarlo.

El tema «Futuro del ayer» nace en mi locura de encarnizar de manera electrónica el Taki Onqoy, enfocando los sentimientos, las disonancias entre voces, bailes que se gestaban, muchas veces de manera cataclísmica. Los patrones rítmicos contextualizan parte de ello. Cuando lo compuse me transporté a la sierra, en pleno S. XVI con toda mi gente.

4. Danos detalles acerca de la producción de Qatqe. ¿Cuánto tiempo tomó la producción, quién mezcló, masterizó y qué software o aplicativos usaste para la elaboración de esta obra?

Qatqe fue compuesta a inicios del 2021 y estuvo dormida por dos años. Se gestó en las madrugadas de cuarentena, enraizado en mi pequeño estudio. El tiempo que me tomó armar el disco fue de tres meses y posteriormente el álbum llegó a las manos de mi gran amigo, gran profesional de la música y el audio, Carlos Mancha, quien mezcló y masterizó el trabajo con una energía siempre buena. Los recursos que me ayudaron a concretar este mejunje son aplicaciones de Android e instrumentos virtuales para PC, como G-Stomper, Pigments, Korg Kaossilator, FM8 y QiBrd.

5. ¿A qué te dedicas actualmente y qué proyectos tienes para el 2024?

Actualmente me dedico al audio profesional. Soy una hormiga que trabaja para fortalecer la industria sónica ayacuchana. Este 2024 verá la luz el próximo disco de charango de mi buen amigo y melómano Brageiki, a quien tengo el honor de grabar y aportar en la producción, además de otros proyectos que se vienen craneando por Lima.

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