Alejandro Camasca: «Nuestro museo busca revalorizar el papel de Ayacucho en la historia del charango»

Entrevista por Braigan Vega
Fotografía por Diego Ozaita

En esta entrevista, Alejandro Camasca nos deja ver no solo la profundidad histórica del charango, sino también el inmenso amor y respeto por su familia, su tierra y sus manifestaciones artísticas. El Museo del Charango Ayacuchano promete ser un faro de conocimiento y un puente entre generaciones, iluminando el camino de quienes buscan conocer más sobre este singular instrumento y su impacto en la música andina.

El próximo sábado 7 de diciembre, a las 4 p. m. en el jr. 2 de Mayo 722-B, Ayacucho será testigo de un hito cultural que promete marcar un antes y un después en la preservación del patrimonio musical andino: la inauguración del Museo del Charango Ayacuchano. Este espacio, dedicado a la historia y evolución del charango, llevará el nombre de Luis Camasca Córdova, legendario luthier ayacuchano y padre de Alejandro Camasca Vargas, quien lidera esta iniciativa.

Charango obra de Luis Camasca Córdova. Fotografía por Diego Ozaita

Con la satisfacción de saber que pronto se inaugurará este nuevo espacio para el arte y la cultura, Alejandro Camasca comparte detalles íntimos sobre el legado familiar, el proceso de creación del museo y la trascendencia cultural del charango ayacuchano. Con historias llenas de memoria y pasión, el charanguista y luthier abre las puertas de su casa histórica y de su corazón para llevarnos a un viaje por el pasado, presente y futuro de este icónico instrumento.

Ingeniero Camasca, gracias por recibirnos. Para empezar, ¿qué significa para usted abrir este museo y que lleve el nombre de su padre, Luis Camasca Córdova?

Este museo es un sueño de toda una vida. Desde que era muy joven, trabajando en el taller de mi padre, él siempre me mostraba un baúl colonial donde guardaba herramientas, moldes y piezas antiguas. Había moldes de vihuelas españolas, guitarras barrocas y las primeras guitarrillas que fabricó la dinastía Camasca. Siempre me preguntaba por qué no exponíamos estas joyas, pero por su valor histórico y el temor a perderlas nos hicieron guardarlas con mucho cuidado. Hoy abrir este museo es cumplir ese anhelo y, a la vez, rendir homenaje a mi padre, uno de los más grandes luthieres de Ayacucho.

Algunas herramientas a exhibirse. Fotografía por Diego Ozaita

Háblenos un poco más sobre ese baúl y lo que contiene. ¿Qué piezas destacan en esta colección?

Ese baúl es una reliquia en sí mismo. Mi padre lo heredó de su abuelo y allí se guardaban herramientas que se remontan a siglos anteriores, como sierras de arco y moldes de vihuelas de arco. También hay moldes de charangos de cinco cuerdas que, según los investigadores, fueron los precursores del charango moderno. Algunas piezas lamentablemente se perdieron por robos, pero hemos logrado preservar otras. Estos objetos, junto con trabajos inconclusos de mi padre y míos, serán parte central del museo.

Ayacucho tiene una rica tradición musical, pero el charango es especialmente significativo. ¿Qué nos puede decir sobre el origen del charango ayacuchano y su relación con otros estilos como el boliviano?

El charango ayacuchano tiene una historia muy antigua, ligada a las guitarrillas que fabricaban los luthieres de Huamanga. Desde aquí, los arrieros llevaron estos instrumentos a Huancavelica, Cusco, Puno y finalmente a Bolivia. En Ayacucho, el charango era conocido por su afinación “Santo Domingo” (Mi, La, Mi, Do, Sol), que resonaba como campanas. Aunque Bolivia ha promovido mucho el charango como parte de su identidad, nosotros contamos con evidencias únicas, como moldes y afinaciones tradicionales, que demuestran que el charango tiene sus raíces en Ayacucho.

Charango centenario de cuatro cuerdas. Fotografía por Diego Ozaita

Mencionó que el charango ayacuchano tiene una afinación particular. ¿Qué otras diferencias existen entre el charango ayacuchano y el boliviano?

El charango boliviano suele ser más grande y percutivo. En cambio, el ayacuchano tiene un sonido más melódico y una afinación que se adapta mejor a las canciones tradicionales de nuestro pueblo. Además, aquí fabricábamos charangos de diferentes escalas y tonalidades. Por ejemplo, mi padre construía charangos en Mi menor y en Re menor, que ahora se conocen como “ronrocos”. Estas variaciones eran posibles gracias a su investigación constante sobre la tensión de las cuerdas y el diseño del diapasón.

La inauguración del museo también marca un esfuerzo por revalorizar el patrimonio musical de Ayacucho. ¿Qué espera lograr con este proyecto?

Mi sueño es que el Museo del Charango Ayacuchano se convierta en un centro cultural y académico. Quiero que investigadores, estudiantes y turistas descubran la riqueza de nuestra tradición musical. Este espacio no solo será un lugar de exposición, sino también de aprendizaje e inspiración. Espero que motive a las nuevas generaciones a investigar y preservar la historia del charango, no solo como un instrumento musical, sino como un símbolo de nuestra identidad cultural.

Uno de los charangos más antiguos de la colección. Fotografía por Diego Ozaita

Finalmente, ¿qué recuerdos guarda de su padre como maestro luthier?

Mi padre era un verdadero artista e investigador. Cada mañana lo veía cortar maderas, trabajar en los moldes y experimentar con diferentes diseños. Era muy detallista; estudiaba la tensión de las cuerdas, el grosor de la madera y la altura de los trastes para lograr el sonido perfecto. También era generoso con su conocimiento, algo que heredé de él. Su legado está en cada charango que fabricó y en este museo que lleva su nombre.