Carlos Huamán: «El charango es parte de nuestro canto y nuestra alma»

El investigador reflexiona sobre el valor cultural del charango y destaca la importancia del Museo del Charango Ayacuchano Camasca

La familia Camasca ha materializado un sueño: el Museo del Charango Ayacuchano, un espacio que preserva la memoria musical de la región y honra a uno de los instrumentos más emblemáticos de la cultura huamanguina. En este recinto, cada pieza cuenta una historia que trasciende la madera y las cuerdas de tripa para hablar de identidad, resistencia y esperanza. Conversamos con el Dr. Carlos Huamán, investigador de la cultura andina y autor de Urpischallay, quien nos ofrece una reflexión sobre el significado de este instrumento y la importancia de este proyecto cultural impulsado sin apoyo estatal, pero con inmensa pasión por el charango.

Dr. Carlos Huamán, ¿qué le parece Ayacucho durante estos días de visita?

Es un honor estar aquí. Saludo esta iniciativa tan grande y positiva para la cultura ayacuchana y peruana, sobre todo el esfuerzo de Alejandro Camasca y su familia por crear un museo que representa la memoria de la música y de todo un proceso que nos invita a pensar en el valor de un instrumento que significa mucho para la región y América Latina. El charango ha tenido una proyección internacional por su sonido tan original, tan andino y tan nuestro.

Registro por Alan Villanueva

Después de recorrer las instalaciones del museo, ¿qué reflexiones le han surgido?

Pienso en el valor de la madera como sustancia de vida. La madera a veces dice poco, pero cuando se convierte en instrumento musical, deja el árbol, deja todo su lenguaje oculto, su alma. Algo de eso somos también nosotros, en tanto que en algún momento de la historia nos hemos unido a ese instrumento. De tal manera que su sonido es parte del sonido de nuestro lenguaje, de nuestro canto, de nuestra alma. Algo de hombre, algo de mujer tiene el charango y la guitarra, tanto así como la madera.

Hay un libro suyo que leímos cuando éramos universitarios, Urpischallay, una investigación sobre el huayno ayacuchano. De esas investigaciones, ¿tiene alguna referencia respecto al charango?

Sí, claro. En el derrotero de la investigación uno se va encontrando con información importante en torno al proceso de adaptación o creación de instrumentos, e incluso de resistencia y pérdida de instrumentos. El kauka, por ejemplo, es un instrumento prehispánico que prácticamente ha desaparecido. Es un instrumento de cuerda, de una sola cuerda, que resuena en la boca. Probablemente hace tiempo lo escuché en Huancavelica. En Ayacucho se ha ido perdiendo y ya no hay.

Volviendo a lo nuestro, en el estudio respecto de la música ayacuchana, he encontrado que la guitarra, tanto como el charango, tiene un proceso singular de aparición y creación. El antecedente mayor en la forma —no en el sonido, sino en la forma— es árabe. Si nosotros vamos a Europa, al Museo de Louvre, veremos —si mal no recuerdo es en el piso 6 o 7 de ese museo— todo un conjunto de guitarras, de instrumentos de cuerdas. Ese proceso que surgió en Europa también ha tenido una manifestación particular en nuestro territorio.

Por motivos diversos —se dice que por la prohibición de la guitarra— se ideó el charango. Pero la idea ya venía de otros escenarios, se adaptó y creció en Ayacucho. El instrumento tomó un sonido particular porque el gusto por la música es distinto de un lugar a otro. En nuestra región, el sonido tiene un timbre agudo que representa el grito y la esperanza de la gente de su tiempo. Es tan antiguo como nuestra historia y tan moderno hoy, lo que nos permite unir los extremos de los tiempos.

Con un charango en Re menor de más de cincuenta años

Hay cierta similitud en cómo nuestra cultura andina ha adaptado el charango en distintos tamaños, similar a lo que ocurre en México con los mariachis: guitarras inmensas, medianas, guitarritas. ¿Qué comentario tiene sobre eso?

Sí, he tenido la suerte de ver y dialogar con artistas y músicos mexicanos. Tienen una forma particular de uso, un sonido distinto, seguramente por la construcción también. Aquí es más particular y está más afincado en la forma de entender el sentido y significado de los sonidos en la construcción del mensaje poético-musical. En México también existe, pero el sonido es muy distinto. Distinto también a lo que ocurre en Bolivia, por ejemplo.

¿Usted tiene algún charango en su colección?

Tenía, pero alguien, bueno… se aficionó y se lo llevó prestado. [Risas]

Doctor, sus reflexiones finales respecto a su visita al Museo del Charango Ayacuchano. Tal vez un mensaje también para la ciudadanía y, por qué no, para la burocracia, para los políticos.

Pensar en un museo como este es una idea grande. Acordémonos inmensamente no solamente de pensar en la historia de los instrumentos en nuestra región, sino en los diversos contextos históricos. Si nosotros vemos un charango, detrás de él está toda una historia: quién sembró el árbol, quién lo regó, hasta qué edad creció, cómo se secó, cómo el artesano lo produjo. Es toda una historia.

Hay que felicitar y agradecer ese gesto a la familia Camasca, a quien le deseo todo el éxito del mundo. Proyectos familiares como este, lejanos acaso del apoyo del Gobierno, nos hacen pensar que la esperanza crece en gestos como este. Esperanza de armonía social, musical, cultural, de convivencia entre las diversas comunidades que cohabitamos en nuestra región.

En Ayacucho hay que considerar, por ejemplo, que tenemos seis lenguas, y de eso poco se habla. Menos las autoridades educativas, menos el Gobierno Regional, que lamentablemente no presta atención ni hace proyectos culturales. Es lamentable, porque la cultura es todo cuanto el hombre ha hecho y hace en beneficio del ser humano.

La cultura es grande y al interior de este concepto grandioso está la música, está la guitarra y el charango. Qué bueno que tengamos un museo vivo —digo vivo porque todo cuanto instrumento hay aquí está vivo— y está dotado de seguir cantando para nosotros la experiencia de su tiempo y la experiencia que viene, porque todo instrumento habla incluso más allá de su tiempo.

Ojalá los centros educativos vengan a visitarlo. Es importante que venga la universidad, otros músicos, y que haya otros emprendimientos así en favor de nuestra cultura. Es necesario. Aplaudo este trabajo, y ojalá tenga éxito y este museo crezca. Si hay posibilidades de ampliar de modo físico, que se amplíe; y podamos nosotros hacer que el charango pueda seguir sonando como antes, con la fuerza y la esperanza que nos legaron nuestros padres.

Registro por Alan Villanueva

Sobre el Dr. Carlos Huamán

Carlos Huamán es poeta, antropólogo e investigador ayacuchano residente en México, donde se desempeña como académico en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es autor del libro Urpischallay, un estudio sobre el huayno ayacuchano, que se ha convertido en referencia académica sobre la música andina.