AUGUSTO MELGAR CALDERÓN: “Mi taller está con las puertas abiertas para quien quiera aprender”
Conversamos sentados en las bancas de un parque de la Urb. Mariscal Cáceres en Ayacucho con el luthier peruano Augusto Melgar a propósito de su visita a estas tierras.
Entrevista por Braigan Vega
Aprendió el arte de trabajar con la madera para transmutarla en instrumentos musicales cuando tenía aproximadamente veinte años. Su maestro fue el ayacuchano Abraham Falcón, afamado luthier peruano que en vida gozó de mucho prestigio en la actividad de la luthería. Sus enseñanzas perviven todavía en él, pero como todo creador tiene sus propios aportes a la construcción de instrumentos de cuerda.
Era un sábado 6 de noviembre aproximadamente a las 7 p. m. en el marco del recital del VII Congreso Nacional e Internacional de la Música Ayacuchana. De pronto nos encontramos en el patio principal de la I. E. Mariscal Cáceres. Siempre escuché hablar bien de su trabajo; es más, mandé a construirme un charango y un ronroco al estilo ayacuchano. Son preciosas obras de arte con las que ahora convivo en mi práctica instrumental diaria.
Quedé con Augusto para conversar con el fin de que nos cuente su trajinar en la labor que aquí en el Perú, conforme el paso del tiempo, se ha avanzado increíblemente. Fue entonces que, para evitar una atmósfera estridente, caminamos hacia el llamado parque Ingenieros; nos sentamos en una de sus bancas y, como amigos que se conocen de años, nos pusimos a charlar y a reír.
Actualmente eres uno de los luthieres más sobresalientes que tiene el Perú. Tu número de Whatsapp corre de celular en celular entre muchos músicos. ¿Cómo estás, Augusto?
¡Bien, muy bien! Aquí contento por conocer Huamanga. Sí que es un pueblo muy bonito.
Antes de llegar a Huamanga, ¿qué imaginabas de Ayacucho? Ya que hay, como bien sabes, una gran fama de esta ciudad en Lima.
Más o menos pensaba que era como Puquio y Cora Cora, pero ahora noto que es muy diferente.
Empecemos con tu biografía. Sabemos de tu trabajo como constructor de instrumentos de cuerda. Cuéntanos sobre tus inicios como profesional de este rubro.
Fue alrededor del año 1985. En ese entonces tenía 20 años. Entré como ayudante de la oficina de la tienda. Como administrativo, digamos. Estuve tres meses, pero un día Abraham Falcón me vio y me dijo: “¡Vamos arriba! Acá estás muy relajado. ¡Esta chamba para ti no es! –en ese momento, al recordar aquellos tiempos, ríe–. Yo me metí muy contento porque estaba aburrido en esa área del primer piso.
Para ese entonces, nada de nada con los instrumentos…
¡Nada! Cero, cero… empecé como ayudante de un armador de don Abraham. Empecé con lijas. Después de las lijas, entré a preparar las maderas para las guitarras, lo que es habilitarlas para proceder a trabajar con ellas.
¿Pero cómo es que llegaste? ¿Es que buscaste el empleo?
¡Ah, no! Yo soy palpeño, de Ica. Ellos también lo son, me refiero a sus hijos. Abraham sí es de Cora Cora, pero emigró a Palpa. Allí se casó y por eso su esposa es palpeña. Mi abuela fue amiga de la esposa de Abraham y por esa cercanía es que llegué a trabajar en Falcón.
Entonces entraste como un asistente…
Sí. Lijaba. Ya luego empecé a habilitar las maderas para el armador. Poco a poco. Al año entré recién a preparar una guitarra básica. De aquí a 5 años, una semiprofesional y a los 7 u 8 recién una profesional.
¿Cómo era tu cercanía, de humano a humano, con el maestro Abraham Falcón?
¡Muy bien! Don Abraham fue un gran maestro. Tenía vocación y por ello era muy estricto. Era muy disciplinado y detallista. No le gustaban las fallas. Un día malogré una pieza de guitarra y me metió unos carajos. ¡Ja, ja, ja! Me chocó porque era chiquillo. Sin embargo, eso me sirvió para ser más cuidadoso, para esforzarme más y ser mejor.
Cuéntanos sobre esos 25 años trabajando con él. Eso es bastante tiempo. Bastantes recuerdos. Bastantes enseñanzas. ¿Qué recuerdos tienes de su taller? Porque de hecho llegaban músicos de todas las escenas…
Sí, sobre todo criollos y vernaculares. He conocido a casi todos. Hoy ya casi todos se han ido; talvez queden unos dos o tres. De la nueva generación conocí a los Gaitán, al Dúo Ayacucho y a muchos más.
Recuerdo haber leído alguna vez de que Los Panchos tocaron una guitarra Falcón y se sorprendieron.
¡Claro! Un requinto, recuerdo. También Los Compadres de Cuba. En ese tiempo no había la tecnología que ahora tenemos, sino me hubiera tomado tantas fotos con todos ellos (risas).
Normalmente Falcón está asociado a las guitarras…
Falcón aparte de guitarras hacía también charangos, mandolinas y después cuando salieron los tunos de la universidad empezamos a construir bandurrias de doce cuerdas y laúdes. Generalmente en esos instrumentos replicábamos los modelos españoles. Eso fue aproximadamente en 1992. Ahora todas las universidades tienen una Tuna. Con el tiempo aprendí del maestro Falcón, viéndolo seleccionar sus maderas.
¿Eras preguntón?
Ja, ja, ja. A veces como estaba ocupado no le gustaba que lo molesten. Obviamente yo lo entendía.
Se sabe muy bien que después del fallecimiento del maestro Falcón las cosas cambiaron. Tú mismo tomaste tu propio camino independizándote.
Yo salí de Falcón en el 2009. Luego empecé a trabajar con Antonio Huamaní en el segmento de guitarras acústicas. Con él trabajé dos años.
Antonio Huamaní también es ayacuchano… tú estás muy ligado a Ayacucho, definitivamente.
¡Lógico! Mis abuelos son ayacuchanos, por parte de mi mamá son de Laramate y por mi parte paterna son de Huamanga.
Eres genéticamente un ayacuchano…
¡Así es! (risas).
Bien, pasando a otros aspectos. Cuéntanos sobre tu experiencia trabajando por tu cuenta. Cómo hiciste los contactos.
Empezaron a pasarse la voz: “Augusto ya tiene su taller”. Eso demoró un poquito porque no sabían, pero empezaron a enterarse. En el 2013 o 2014 es que empecé a estar en el panorama. Actualmente mi taller está en Villa el Salvador. Pueden contactarme por mi número de celular o mi Facebook. He enviado instrumentos para Huancayo, Huancavelica, Tacna, Ecuador, Puno, hasta Iquitos. Ahora llegando a Lima tengo que enviar un par de instrumentos a Ecuador. Alguna vez mandé a España, curiosamente la cuna de la bandurria. Cosas que pasan… ¡ja, ja, ja!
Augusto, cuéntame sobre algunos famosos a quienes les has construidos instrumentos. Sé que va a ser difícil recordarlo, pero… inténtalo.
¡Ja, ja, ja! A ver… Víctor Angulo, Óscar Figueroa, Ronald Contreras, Tany Durand, Julio Humala, Chano Díaz Límaco, etc. En criollos está Óscar Cavero, aunque creo que ya hay pocos. En la nueva hornada están casi todos los dúos, como los Gaitán Castro, el Dúo Ayacucho. Hace poco me visitó Raúl del Dúo Ayacucho, y voy a construirle una guitarra de palisandro, exclusiva para grabación. Y también el Dúo Retama, para David la Torre.
Así como tú fuiste discípulo, ¿tú también tienes discípulos?
Estoy preparando a uno. Mi taller está con las puertas abiertas para quien quiera aprender. Yo en esa parte soy abierto porque provengo de esa formación: no ser egoísta. El día que me vaya, por lo menos, para que al menos te recuerden.
Es cierto, nadie se va a quedar para toda la vida…
Así es. Tengo ese proyecto de tener una escuela o taller para dejar mis conocimientos. Por el tiempo de experiencia tengo mis propios aprendizajes. Estoy en ese afán de hacer ese taller para transmitir todo lo aprendido. Ojalá que pueda hacerse realidad.
¿Cómo te ves de aquí a diez años en el rubro de la luthería?
Con mucha más madurez y experiencia. El conocimiento es infinito y yo no dejo de aprender. A mí no me gusta subestimar a nadie; para mí nadie es menos que yo. Yo he ido a talleres chicos y siempre he aprendido algo, algo que yo no sé. ¡Siempre! Porque la subestimación es horrible.
Yo escuché ese adagio en las artes marciales. Eso de “nunca subestimes a nadie”.
Efectivamente. ¡Lógico! A nadie.
Cómo ves la luthería en el Perú. ¿Crees que hay más oportunidades?
En estos últimos años se ha avanzado bastante. Ya no es como en los noventa o a inicios del nuevo milenio. Hay más constructores. Hay más demanda y más oferta. Al haber más competencia, porque eso me gusta a mí, uno se esmera más para no quedarse atrás. Si no compites cómo avanzas. Creo que el panorama es positivo.
¿Qué te gustaría que mejore en la luthería en el Perú?
En la construcción tenemos buen nivel. Talvez en los detalles. Felizmente en el Perú tenemos maderas de alta calidad.
Alguna vez leyendo entrevistas a Antonio Huamaní recuerdo sus comentarios sobre la madera. Particularmente, ¿qué nos puedes comentar sobre la caoba peruana y su prestigio?
La caoba peruana es una madera fina. Aquí no la tomamos en cuenta porque es común y la tenemos con cierta facilidad. En Europa cuesta un montón de plata. Sin embargo, ahora ya la han prohibido a causa de que la han depredado. Normalmente esa madera viene de Iquitos o Pucallpa.
El otro día vi en Youtube a un luthier peruano que replicó una Gibson Les Paul con caoba peruana. ¡Sonaba increíble!
¡Claro! Si la Gibson se ha llevado toda la caoba de aquí del Perú. ¡Ja, ja, ja! Tienen madera para treinta años.
¿Cuáles son las maderas de mayor prestigio que tiene el Perú para guitarras?
Caoba, de lejos. También el cedro, para el mástil, así como el palo de violeta, el palo sangre, el qaspi culebra y muchas más.
Bueno, Augusto… estamos muy contentos por esta breve conversa que hemos tenido. Nos veremos en una próxima oportunidad para seguir dialogando de música y sobre todo del arte de hacer instrumentos de cuerda.
Cuando vayas a Lima visítame al taller. Gracias por esta entrevista.